Camino del Valhalla

Camino del Valhalla (Parte 1): Cream

Como en una vulgar telenovela, la cremación de Cream estaba cantada de antemano. El escocés Jack Bruce, el bajista, y el yonkie de Ginger Baker, el batería, habían coincidido en Graham Bond Organization, un bohemio grupo de R&B británico liderado…bueno, liderado por Graham Bond. Allí habían desarrollado una fuerte, digamos, enemistad, que terminó por disolver el grupo después de que se tiraran de todo a la cabeza, saboteo de instrumentos incluido. Eric Clapton había tocado en The Yardbirds antes de «For Your Love», lo dejó porque quería seguir tocando blues (aunque los Yardbirds fueron un pedazo de grupo también en su ausencia) y se pasó a los Bluesbreakers de John Mayall, refugio de los amantes de la música negra en Inglaterra. Tocó con ellos (contando con Jack Bruce como bajista durante algunas semanas) durante la segunda mitad de 1965 antes de dejarles para un viaje alrededor del mundo que terminó (por falta de fondos) en Grecia; se vio obligado a volver a Londres y pedir asilo musical a Mayall de nuevo (que, mientras tanto, lo había sustituido por un tal John McLaughlin y después por otro tal Peter Green, de posterior fama en Fleetwood Mac). Mayall accedió y, en contraprestación, Clapton le regaló uno de los discos más vibrantes de los sesenta, el «John Mayall & Eric Clapton Bluesbreakers». Después del disco, un impresionado Ginger Baker se acercó al joven Clapton, proponiéndole la idea de formar un trío para tocar blues pero también para explorar territorios aún vírgenes musicalmente. Clapton, que no sabía nada, aceptó dejar a Mayall y unirse a Baker en su nueva aventura…siempre que el bajista del trío fuera Jack Bruce.

El caso es que Ginger Baker, de alguna manera, aceptó a formar el grupo con su antiguo némesis en la Organization y aparcar las viejas rencillas. Y así, al séptimo día, nació Cream.

Cream nació con vocación pop, pero sin olvidar un pasado blues común a sus tres miembros. Su primer LP, Fresh Cream (1966) tenía blues («Spoonful», un clásico de sus directos), pero no desdeñaban el rock y el pop (la tremenda adaptación de «I’m So Glad» y «I Feel Free», de Bruce). El resultado de toda esta amalgama era un nuevo sonido, potente debido a su origen blues y a un grupo musicalmente en plena forma, atractivo y nuevo gracias al uso de inteligentes arreglos y de nuevas tecnologías y de gran éxito comercial, sin precedentes en la historia del blues británico. Su formato fue rápidamente copiado por la Experience de Jimi Hendrix y fueron un referente para todos, incluso para los Bitels.

La confirmación vino de su segundo LP, Disraeli Gears (1967). De la mano creativa de Bruce (asistido a las letras por el poeta Pete Brown) y un Clapton desbocado y más agresivo que nunca (ay, Legolas, esa SG con sus humbuckers…), nos dieron uno de los discos más memorables de la historia del rock. Como orugas convertidas en mariposas u ornitorrincos pequeños en unos más grandes y más mamíferos todavía, estos grises chicos de clase media británica aparecieron de pronto vestidos con coloristas camisas, pintaron sus guitarras con diseños psicodélicos y mostraron ya en su portada que el contenido no era nada convencional. De Lawdy Mama, un viejo blues al gusto de Eric, sacaron «Strange Brew», que ya indicaba en su título por dónde iban los tiros. «Sunshine Of Your Love» fue uno de sus éxitos y uno de los riffs más recordados de la historia, pero brillaban tanto o más «Tales Of Brave Ulysses», primera grabación de Clapton con un pedal wah-wah, que luego hizo popular Hendrix, y «SWLABR» acrónimo de «She Walks Like A Bearded Rainbow», título surrealista que escondía una palpitante canción. La naturaleza a medio camino entre el blues y la psicodelia británica y el hard rock primerizo de las canciones hizo que Clapton tuviera que tocar como nunca y posiblemente Cream sea su mejor época como guitarrista total, acompañado además por una base rítmica sin parangón, con Ginger Baker como catalizador gracias a su doble bombo y su batería imaginativa. Y ese sonido inigualable…

Después de la borrachera de éxitos, vinieron las giras por los Estados (los unidos, claro), el mega-estrellato y «Wheels Of Fire», su doble disco de 1968, que contenía una parte en estudio más floja que el Disraeli Gears (su gran éxito «White Room» es un remake de «Tales Of Brave Ulysses» y Clapton, que había participado activamente en el Disraeli no hizo apenas nada), brillaba su parte en directo, con una potente «Crossroads» seguida de una canción de lucimiento para cada miembro del power-trío. Aún así, para cuando terminaron el disco ya habían decidido que si seguían juntos se iban a matar entre ellos, así que decidieron separarse y tirar cada uno por su lado (aunque después Baker y Clapton montaron Blind Faith). Por lo menos lo hicieron bien, con una gira de despedida (con un último concierto en el Royal Albert Hall el 26 de noviembre de 1968) y un disco extraído en parte de sus últimos conciertos y en parte del estudio, con su última gema en la forma de «Badge», escrita a medias entre Clapton y un tal George Harrison (de qué me sonará).

Después pasaron muchas cosas, con Eric Clapton en camino hacia el estrellato del que goza ahora y que le permite ligarse a Sheryl Crow con lo feo que es. Pero por muy bien que toque ahora su famosa stratocaster, fue con sus Gibson con las que nos dió sus más imaginativos y potentes solos, que todavía hoy nos ponen los pelos de punta y que suenan como si hubiesen sido grabados ayer. Señoras y señoritas: Cream, la créme de la créme.

Comfortably Numb

Camino del Valhalla (Parte 2): Led Zeppelin

¿Cómo es posible que un guitarrista ladrón y feo y un cantante amanerado con unos falsetes desagradables y unos gruñidos orgásmicos vergonzosos hicieran de Led Zeppelin una banda de referencia y un hito en esto del guitarreo? Pues porque no era para tanto y además tenían una de las secciones rítmicas más tremendas de la historia, John Paul Jones y John Bonham, una selección de material de lo más acertada y un poco de pirotecnia en directo precursora de los grandes montajes escénicos de grupos jevilongos como Iron Maiden o esos otros de greñas (¿Judas Beer?).

Jimmy Page era un tipo bastante conocido en el mundo musical. Ya siendo prepúber y antes de conocer el otro uso de su pene, aparte de las obligatorias micciones, el tío ponía su guitarra en grabaciones de otros. El amigo virtuoso hasta salió en la TV como con trece años declarando al pedófilo del entrevistador que, aunque le gustaba la guitarra, no entraba en sus planes convertirse en músico profesional y que quería estudiar (digamos que ciencias físicas o derecho civil romano) y ser un hombre de provecho para la sociedad británica post-victoriana.

Nada más lejos de la realidad. El tal Page se dedicó a tocar el instrumento y a faltar repetidas veces a clase. Lo podemos oir, por ejemplo, en «I Can’t Explain» de los Who (haciéndose coleguilla de Pete Townshend en el proceso, con el que compartiría incluso novietas en pleno Swingin’ London sesentero). Su nombre sonó para sustituir a Eric Clapton cuando éste dejó The Yardbirds en 1965, tras el single «For Your Love». Jimmy les dijo a los yardbirds que no, que todavía quería ser físico nuclear o amigo de los animales, pero les recomendó al por entonces desconocido Jeff Beck (cosa que no estuvo nada mal). Jimmy Page siguió de aquí a allá, hasta que suspendió la de gracia en Mecánica Cuántica avanzada y decidió unirse por fín a los Yardbirds, en un experimento de doble guitarra solista con Beck que duró un single (pero qué single, «Happenings Ten Years Time Ago»). Luego Beck intentó asesinar al cantante con su Les Paul y Page pasó a ser el único guitarrista, aunque aún le dio tiempo a colaborar con Beck en otro tema, «Beck’s Bolero», en el que Keith Moon tocaba la batería y John Paul Jones el bajo. Las piezas iban encajando ya desde 1966, pero la historia en general es un follón.

Page grabó un disco con los Yardbirds con alguna cosa decente y bastantes ideas que luego reaparecerían en los Zep. El grupo se fue al carajo en 1968. De pronto, Page se encontró con algunos conciertos contratados y sin banda para llevarlos a cabo, después de la espantada general. Así que Page, que si algo conocía era a los músicos de UK, fichó a un tal Robert Plant como cantante, a otro tal John Bonham como batería y al ya mencionado Jones como bajista, haciendo la gira como The New Yardbirds.

La cosa, tal como nos enseñan los acontecimientos posteriores, no acabó ahí. Se conoce que se lo pasaron pipa haciendo la gira, ya que decidieron seguir tocando y grabando a la vuelta.

Ahí empezaron los latrocinios de Page. Led Zeppelin era un nombre propuesto por Keith Moon para un proyecto de supergrupo que incluía al lunático Moon, a Entwistle de los Who como bajista, a Beck y a Page. Así que Page se lo agenció para el grupo. Y con ese nombre entraron a grabar su primer LP, homónimo por más señas.

El LP es una de las primeras cosas que se me quedaron marcadas en mi tierna infancia (unos catorce años). Desde el explosivo comienzo de «Good Times, Bad Times» hasta «How Many More Times» es uno de esos discos que te llegan y que llevan la palabra ROCK escrita en alguna parte del vinilo, con el SONIDO. Empecemos por lo menos bueno: «Dazed And COnfused» era un robo de una canción del mismo nombre de The Yardbirds, que a su vez era otro robo de una canción que Page le oyó a un tipo durante una de las últimas giras de éstos por los estados. «You Shook Me» había sido versioneada por el Jeff Beck Group poco antes en su LP «Truth», siendo los arreglos diferentes en forma pero no en fondo. El instrumental «Black Mountain Side» era una versión de Page del trabajo llevado a cabo en el grupo de folk-Rock británico Pentangle. Apropiaciones ajenas aparte, el álbum era un triunfo artístico, con ninguna canción de más, destacando la ya mencionada «Dazed And Confused» (mi favorita) y la tremenda «Babe I’m Gonna Leave You» (que ya había tocado Quicksilver Messenger Service dos años antes y Joan Baez), así como la (no tan) original «Communication Breakdown». Los tipos, junto a Black Sabbath, habían inventado el jevi metal/hard rock/ROCK A SECAS de la noche a la mañana.

El disco fue un éxito y los Zeppelin siguieron robando, también en su segundo álbum, Led Zeppelin II, con el «Whole Lotta Love» de Willie Dixon. Aquí se vislumbró algo de su decadencia posterior, con los grititos irritantes de Plant en la parte instrumental. El resto del disco no estaba mal, pero estaba unos cuantos escalones por debajo del debut, era tirando a flojo (sé que me gano la enemistad eterna de los ledzeppelineros que campan por el mundo con esto) y ya empezaban a abusar del riff pesado que tanto daño haría al género (y a los propios Zeppelin) años más tarde; y de las baladas realmente chungas. cómo olvidarse de ellas.

Para su tercero, ya en 1970 (titulado de manera muy original como Led Zeppelin III, se ve que Moon no estaba a mano para soplarles la respuesta) tuvieron algo más de inspiración y dieron un giro a mejor, con una música más oscura y apasionada, destacando la potente y jevilonga «Inmigrant Song», que ni Plant podía destrozar, el blues sentido de «Since I’ve Been Loving You» y una cara B tirando a acústica, con aciertos como «Bron-Y-Aur Stomp».

Después de este, lanzaron su siguiente disco en 1971 (sí, se titulaba Led Zeppelin IV) se confirmaron como los más jevis y más rockeros del mundo mundial, abusando de la parafernalia glam, de las explosiones en escena y de los montajes. El disco estaba bien, a la altura del tercero y sólo un poco por debajo de su glorioso debut, con temas duros como «Black Dog» o «ROck And Roll» y con la celebérrima «Stairway To Heaven», que contenía lo mejor (atención al solo de Page) y lo peor (atención a Plant en la fase acústica) de los Zeppelin y que quedó como su canción definitiva, aquella que ha de sonar en todos los conciertos y que la gente espera cuando Page sale con su guitarra de doble mástil. Pero el primer disco es mejor (ganas de matar aumentando…).

Lo siguiente de Led Zeppelin no me interesa demasiado ni está camino del Valhalla, me suena a cansados de si mismos y a autoparodia (muñeco vudú atravesado!), pero esta gente tenía la música en sus dedos y en sus laringes y siguieron ofreciendo pequeños destellos de brillantez, siguiendo la línea marcada por su cuarto disco. Pero yo siempre recordaré el blues-rock pesado de esos primeros meses mágicos, en torno a su primer disco.

Comfortably Numb

Camino del Valhalla (Parte 3): Derek And The Dominos

DEREK AND THE DOMINOS (1970)

Mientras filmaba en 1964 «Qué noche la de aquel día» («A Hard Day’s Night», mi querido traductor), George Harrison conoció a una modelo y actriz llamada Pattie Boyd (sale en una de las primeras escenas, en el tren). Chico conoce a chica, chica conoce a famoso beatle, se enamoran y se casan (1966). Vivieron felices y comieron perdices durante unos años e incluso Pattie acompañó a Harrison en sus viajes cósmicos a la India en busca de no se sabe muy bien qué.

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George Harrison y señora de

Eric Clapton por 1970 (a la derecha) ya era más feo que picio.

¿Esto a qué coño viene? Paciencia, amigo lector, porque Pattie está muy unida a Derek And The Dominos. Y no por su dominio del bajo elécrico (el cual desconozco…pero no es relevante).

Eric Clapton había conocido a George Harrison en 1963, cuando el joven Eric tocaba en The Yardbirds, mítica banda del R&B británico por la que pasaron Clapton, Jeff Beck y Jimmy Page (ahí queda eso). Luego pasó por los Bluesbreakers de John Mayall y se hizo un hueco en el panteón del rock con Cream. Además nos puso los pelos de punta tocando el solo en «While My Guitar Gently Weeps» en el álbum blanco de los Beatles. El caso es que la amistad entre los dos guitarristas fue a más, mientras que la relación entre Pattie y Harrison fue a menos. Eric Clapton terminó enamorado de la desafortunada joven, que resultaba ser la mujer de uno de sus mejores amigos ¿se os ocurre un drama más grande? Eric se humilló y las pasó canutas, pero Pattie siguió (de momento) con Harrison y al bueno de Eric se le rompió su corazoncito (a la vez que su banda post-Cream, Blind Faith, se iba al carajo).

¡CRóNICA EN ROSA!

Resultado de sus desencuentros emocionales fue «Layla And Other Assorted Love Songs» (1970), dedicado en su totalidad a la buena de Pattie. Canciones de una persona herida, a veces furioso («Why Does Love Got To Be So Sad» o la misma «Layla», que no tiene nada que ver con la versión acústica que se ha hecho famosa después), a veces apesadumbrado («Bell Bottom Blues», «I Looked Away») o simplemente destruido («Nobody Knows You When You’re Down And Out»), fue una terapia (fallida) en la que reflejar todo su dolor. Para ello contó con una banda de campanillas, resultante de las sesiones para el disco en solitario de Harrison («All Things Must Pass»), más el añadido de un guitarrista de la talla de Duane Allman (de los Allman Brothers), que pasaba por ahí y que dejó algunos de los solos más escalofriantes de la historia en este disco. Encontramos también las habituales carencias de Clapton (parte vocal endeble, material irregular con canciones flojas, solos de guitarra demasiado económicos y sin gancho en algunos momentos…), pero el disco quedó tan bien que no vendió nada.

Dos bestias en ésto de la música, Johnny Cash y Derek and The Dominos sin Duane Allman.

Eric Clapton cayó en una adicción a la heroína durante su grabación, que hizo que sus siguientes años fueran un desastre en lo artístico. Después se recuperó de la adicción al caballo y cayó en el alcoholismo (en fin). «Layla And Other Assorted Love Songs» fue su último canto de cisne antes de su caída a los infiernos, aunque siguió dando ocasionales chispazos de genio («Cocaine», «I Shot The Sheriff») ¿Al final consiguió a la chica? Sí, pero no fue un final feliz. Borracho e infeliz, la maltrató durante toda su relación, tuvo hijos con otras y en general se portó bastante impresentablemente. Su amistad con Harrison no se resintió a pesar de ello y han seguido siendo muy buenos amigos hasta la muerte reciente del Beatle. Descanse en paz.

Comfortably Numb

Camino del Valhalla (Parte 4): The Doors

THE DOORS (1967-1971)

The Doors es el típico grupo que desata pasiones desaforadas o que deja completamente indiferente. Generalmente, el primer grupo lo forman gente con poco interés en la música de los sesenta o en la música en general y el segundo grupo está compuesto por «entendidos» (interprétese el entre comillado ad-hoc). Ni tanto ni tan calvo. Curiosamente, los Doors en su tiempo fueron un grupo de masas, al que los «intelectuales» (ídem del anterior con las comillas), no les prestaron demasiada atención. Fue un grupo lastrado por la tremenda personalidad (o ausencia de ella) de su líder, Jim Morrison, que arrastró al grupo, al principio para bien y luego para mal y luego para bien otra vez. Un follón.

The Doors empezó en una playa, en la que se conocieron Ray Manzarek y Jim Morrison, que era un chaval traumatizado por su infancia en una familia tradicional y por ser testigo de un accidente de coche de unos mejicanos o indios o mejicanos indios, no recuerdo bien. Morrison tenía las letras y Manzarek la música, así que se unieron para formar un grupo, mientras proseguían ambos sus estudios de cine. Añadieron poco a poco a un guitarrista y a un batera y empezaron a tocar por ahí, ya desde el principio con repertorio propio, bastante influidos por los grupos de garaje angelinos (Love, The Seeds) pero dotado del arrebato de Morrison; de entre todas sus piezas sobresalía «The End», un viaje cósmico con un poco de todo (parricidio, complejo de Edipo, lo de los mejicanos…), aunando poesía libre y música con un ligero toque oriental (indio). Elektra, que ya tenía a los Love, se fijó en ellos y los fichó; su primer single fue un éxito instantáneo y pasaron rápidamente al Olimpo del rock: su título era esclarecedor, «Break On Through (To The Other Side)», y dejaba claras las características del sonido: el bajo más órgano de Manzarek y la voz omnipresente de Morrison, acompañados de ritmos agresivos y guitarras muy eléctricas. La fiesta siguió con el primer lp, básicamente un compendio de todo lo que llevaban tocando en los bares durante los meses anteriores. Destacaban «Light My Fire», hit imperecedero y canción marca de la casa, sus adaptaciones rock de las locuras de Bertold Bretch («Alabama Song») y los once minutos de «The End», coñazo inaguantable para algunos, obra onírica de belleza decadente para otros. Todo esto venía acompañado de buen material adicional («The Crystal Ship», «Take It As It Comes») que aupó el disco a los primeros puestos de las listas de venta y que aún hoy se escucha de principio a fin con delectación (AVISO A NAVEGANTES: durante mucho tiempo, el CD que ha circulado por ahí estaba mal remasterizado y las canciones iban más lentas de lo normal (se escucha un semitono más grave), en una CHAPUZA sin precedentes y totalmente DENUNCIABLE. Para oir el disco tal y como fue grabado, hay que recurrir obligatoriamente a la nueva edición en CD, de este mismo año 2007. NO SE VAYAN A PENSAR…).

El segundo disco fue peor, las canciones estaban menos trilladas y la actitud de divo incomprendido de Morrison iba in crescendo, con frecuentes abusos de droga y dejadez en general. Aún así contenía cortes buenos, como «Strange Days» o «People Are Strange». Fueron perdiendo fuerza como un globo pinchado también en el tercero, «Waiting For The Sun», que contenía fragmentos de otro de los coñazos de Morrison («The Celebration Of The LIzard King»), que básicamente consistía en recitados acompañados de música y de ocasionales canciones cortas. Seguían emborrachados de éxito comercial, pero la gente de bien empezó a perderles la pista. E hicieron bien porque después del «Waiting For The Sun» llegaron a su punto más bajo con «The Soft Parade», que incluía piezas vergonzosas como «Touch Me» y demás tonterías medio orquestadas, que encantaron a los adolescentes y decepcionaron al resto de los grupos de edad. La decadencia de Morrison era más que evidente, delegando casi todas las labores de composición a sus mediocres compañeros y dedicándose a comer y a disfrutar de la buena vida (lo que curiosamente acabó matándolo). Cualquier otro lo hubiera dejado aquí, pero los Doors hicieron como Paco Mtez. Soria y siguieron erre que erre. En este caso, habían caído tan abajo que la cosa sólo podía mejorar y efectivamente así fue: tanto «Morrison Hotel» (1969) como «L.A. Woman»(1970) fueron de un alto nivel artístico, con Morrison de nuevo a la cabeza, algo más gordo y con la voz más rasposa, pero ofreciendo perlas bañadas en blues. Pero si Morrison tuvo un renacimiento artístico, desafortunadamente no lo tuvo en el aspecto físico. Y es que, amigos y amigas, cuerpo no hay más que uno, y abusar del LSD y del whiskey es malooooo…Morrison, harto de los Doors, se largó a París a vivir su fantasía de poeta algo bohemio y soñador y acabó pagando el pato, muriendo de una manera poco digna en una bañera fría. Más indigno fue el desarrollo posterior del grupo, que trataron de reflotar los otros tres managrranes sin Morrison (dos discos), con grabaciones de poesías de Morrison y, últimamente, con tipos que se parecen a Morrison (por lo menos, no tuvieron tiempo de cazar al tipo de los Joy Division). Un legado lamentable, pisoteado por tres individuos que no tienen suficiente con estar forrados de pasta y que han hecho más daño a los Doors que todas las botellas de whiskey que se trasegó su difunto líder. The Doors: ¿los amas o te son indiferentes?

Comfortably Numb

Camino del Valhalla (Parte 5): The Stooges

THE STOOGES (1969-1973)

 

The Stooges era un trío de humoristas…mmmhhh…espera, no ¿o sí?….The Stooges era un trío de jóvenes de los suburbios de Detroit que decidieron llamar a su grupo The Psychedelic Stooges, en honor a los tres comediantes comentados previamente. Algo chistosos ya eran, porque no estaban especialmente dotados para la música, al menos tal como estaba entendida en aquellos tiempos. Los hermanos Asheton tocaban guitarra y batería, un colega llamado Dave Alexander se apuntó a tocar el bajo. Constituían en sí mismo un arquetipo ya comentado en la Odisea del Garaje: jóvenes de clase obrera sin aptitud para el estudio o para el deporte. Supongo que la palabra a usar sea»fracasado», aunque si todos fuéramos como estos tres no faltarían obras de arte en el mundo. El caso es que tocaban poco, pero cantaban aún menos, así que reclutaron a un cuarto Stooge, otro zumbado que había tocado la batería en un grupo de erre y be llamado The Iguanas (¿os empieza a sonar?). El nuevo, de nombre Iggy y de momentáneo apellido artístico Stooge, era un tipo bastante pagado de sí mismo, pero sabía cantar, juntando en una sola persona a nombres tan solemnes como James Brown, Mick Jagger o Jim Morrison, lo que pasado por la coctelera de Iggy dio lugar a un estilo personal, que después ha creado escuela.

Eran bastante pesados, pero llamaron lo suficiente la atención como para que los MC5, otro grupo laureado de Detroit, se los recomendaran a su nueva casa de discos, Elektra. Así que contrataron el pack duo y luego pensaron qué hacer con los nuevos Stooges. Los pusieron bajo la égida artística de un peso pesado, John Cale, que había dejado la Velvet Underground recientemente. Éste les grabó unas cuantas canciones y les preguntó si era eso todo lo que tenían. Los Stooges le mintieron y le dijeron que no, que tenían un montón más, así que se pasaron toda la noche en vela componiendo algo que sonara a canción y terminaron su primer álbum al que titularon…»The Stooges». La mezcla que hizo Cale no había por dónde cogerla, con extrañas percusiones (a destacar el trineo de Santa Claus en la celebérrima «I Wanna Be Your Dog»), así que Iggy y Holzman, el presidente de Elektra, remezclaron el asunto y así se editó, hasta hace un par de años, cuando hemos podido conocer las mezclas de John Cale y hemos alucinado y hemos dado gracias a San Telecaster porque Iggy lo remezclara.

El disco suena hoy irregular (sobre todo por algunas de aquellas canciones que compusieron en cinco minutos y por «We Will Fall», un tostón recitativo de diez minutos con la lánguida viola de Cale de acompañamiento gatuno), pero el resto de las canciones abrieron una nueva etapa en el rock (sobre todo en el americano) e influyeron tanto a las siguientes generaciones que aún hoy siguen siendo santo y seña de grupos pseudo-punks de todo el mundo. Estamos hablando de las remotamente rollingstonianas «1969» y «No Fun» y la vibrante «I Wanna Be Your Dog», que dio paso años después a hilarantes productos autóctonos como «Me Gusta Ser Una Zorra» de las santurtziarras Vulpes o «Ahora Quiero Ser Tu Perro», la versión tecno-movida de Parálisis Permanente (creo, estoy abierto a correciones).

El primer LP fue un fracaso en todo menos en lo artístico, donde destacaba la voz de Iggy, pero sobre todo la guitarra entre inepta y genial de Asheton 1, siempre recubierta de fuzz, wah-wah y distorsión, y la batería demencialmente tribal de Asheton 2. Elektra, aún así, no sabía que hacer con ellos, pero ellos sí sabían, así que en el segundo disco, «Fun House» de 1970, se autoprodujeron ellos, aunque nominalmente lo hacía un tal Galluci, que había tocado los teclados en la versión famosa de «Louie, Louie» (oh…).

El disco supuso un salto cuántico adelante respecto al de début. Las composiciones eran más redondas, impregnadas de cierto instinto lunático, pero muy atractivas tanto en fondo como en forma. La cara A guardaba todavía algo del punk-rock del primer disco, con un inicio rítmico bajo los gruñidos de Iggy («Down On The Street»), una canción tremenda con ínfulas de top40 y estribillo inolvidable («Loose»), una con riff monolítico («T.V. Eye») y un blues arrastrado que supone uno de los momentos más memorables del disco («Dirt»). Para la cara B se dejaron la locura y el caos, con la aparición de un saxo como instrumento adicional: empieza bien, con «1970» (que años después grabarían The Damned con el título más explícito de «I Feel Alright»), empezaba a degenerar hacia la improvisación más Sun Ra en «Fun House» y terminaba en la cacofónica «LA Blues», para la que se tuvieron que poner ciegos de todo.

Ciegos de todo se pusieron también mientras mezclaban el disco en Los Angeles y Asheton batería e Iggy (ya mutado en su conocida faceta de Pop) se apuntaron a la heroína, lo que acabó con el grupo, al que también echaron a patadas de Elektra, hartos de la banda. The Stooges estaban prácticamente en el cementerio de la música, cuando apareció Bowie en escena e hizo buenas migas con Iggy (con oscuros intereses sexuales por medio, me temo). Le convenció para que marchara a Inglaterra a grabar otro Lp. Bowie quería poner la banda y dejar a Pop las canciones y la voz, pero Iggy apareció en la pérfida Albion con James Williamson como guitarra y quería tocar con sus músicos. Al final todo se lió y acabaron llamando a los Asheton, con Asheton guitarrista metamorfoseado en Asheton bajista.

El disco resultante fue mezclado por Bowie, aunque la versión que nos ha llegado a nosotros, la generación del CD y del low-fi musical mp3siano, ha sido la remezcla de Pop, que consiste en poner todo a tope para que nadie del vecindario te soporte.

«Raw Power» (1973) es quizá el más directo de los Stooges, el más rockero, el más influyente…y el que menos me gusta. Contiene piezas más reconocibles y algunas de ellas brillantes («Search And Destroy», «Gimme Danger»…) con un Iggy al límite de sus pulmones y un Williamson pletórico, siempre a punto de explotar, pero le falta algo del avant-garde y del sentido de la aventura y el riesgo de los dos primeros, es menos complicado. Ahí queda eso.

Poco después, los persistentes problemas de Pop con la heroína terminaron por acabar con el grupo, que el mismo Iggy enterró después de la rehabilitación llevando una carrera en solitario esplendorosa, hasta que reformó los Stooges recientemente (con la baja del bajista Alexander, que murió en 1975). Yo tuve la oportunidad de verlos en septiembre de 2004 y sólo puedo deciros una cosa: perded el culo por ir a verles!

 

Comfortably Numb

 

Camino del Valhalla (Parte 6): Flamin’ Groovies

¿Os imagináis que, en plena eclosión del sonido San Francisco y de la psicodelia y del flower-power, aparece un grupo tocando rock and roll de los años cincuenta para algunos teddy-boys de bar trasnochados? ¿Os imagináis que en la efervescencia punk de 1977 en Londres, que arrastraba incluso a gente como Paul Weller, sale un grupo que toca canciones de los Beatles y se visten como mods, mientras agitan sus melenitas y llevan sus guitarras de caja casi en el cuello?

Pues bien, no sólo existen esos casos, sino que ambos casos están protagonizados por el MISMO grupo. Niños y niñas, hoy os quiero hablar de The Flamin’ Groovies, el grupo que siempre llegaba con diez años de retraso (como los superhéroes, pero al revés).

Como os podéis imaginar, esta que sigue es otra historia de perdedores, lejos del brillo de las carreras de otros compañeros de camino al Valhalla rocanrolero (Led Zeppelin, The Doors…) y lejos también del reconocimiento post-mortem de grupos vitales como los Stooges o la Velvet, el caso más sonado. Los Flamin’ Groovies no hicieron nada en su tiempo y tampoco se les recuerda hoy. Pero deberíamos. Vaya aquí mi memorial.

Se formaron en San Francisco tal día como el que fuera. Dirigidos por Roy Loney y el guitarrista Cyril Jordan (sin relación con el otro Jordan famoso, ni siquiera en pigmentación de la piel), pasaron olímpicamente del sonido hippy que imperaba por entonces en la Bahía y se dedicaron con pasión a un rock and roll de otras épocas, influenciados también por gente contemporánea como John Sebastian y sus Lovin’ Spoonful. Los hippies pasaban de ellos y el grupo tampoco salió demasiado de la zona, así que se iban a quedar en una banda más, hasta que la oportunidad llamó a su puerta y se autoeditaron su primer LP, un vinilo plagado de «good time music» llamado «Sneakers» (1968), con una portada en la que salían ellos caracterizados como dibujos animados (una tienda madrileña de discos, cuyo nombre no recuerdo, utiliza esta imagen en su publicidad):

Epic, que no había cazado nada en la frenética búsqueda de grupos que tuvieran «San Francisco» escrito en alguna parte de su biografía, lo reeditó un año después como «Supersnazz», pero la cosmética no hizo que el disco tuviera éxito. Aún así, las canciones dieron las suficientes vueltas por las radios como para que les escucharan gentes de otros estados y por fin pudieron montar una gira interestatal, que daría mucho que hablar, porque marcaría su sonido posterior.

En dicha gira coincidieron con dos grupos de Detroit: a uno de ellos ya hemos dejado caminando hacia el paraíso vikingo, The Stooges, otro caminará dentro de poco hacia el Valhalla, MC5. Impresionados por el sonido hard-rock de estos grupos, los Flamin’ decidieron afilar un poco las guitarras y lograron un sonido algo más contemporáneo en sus dos siguientes LPs, «Flamingo» (1970) y «Teenage Head» (1971).

«Flamingo» les pilló todavía a medio camino entre el sonido cincuenta de su primer disco y el caos sonoro de los Stooges, aunque contenía piezas muy aprovechables (lo siento, colega, sé que no te gusta pero me sigue molando «Second Cousin»), pero la verdadera consagración de estos guerreros escandinavos del ROCK llegó con el «Teenage Head», que ahora es catalogado como la repuesta estadounidense al «Sticky Fingers» de los Rollos Rodantes. La influencia de los Stones era muy aparente en piezas como «City Lights», pero tenían muy buen material propio o arreglado, con los amplificadores siempre a punto de estallar («High Flyin’ Baby» y su slide, «Have You Seen My Baby» o la propia «Teenage Head»). Tenían tiempo todavía para homenajear a sus ídolos rockeros («Evil Hearted Ada»), pero el disco en general sonaba «moderno» y queda como un clásico hoy en día. Inexcusable su escucha si te gusta el rock de alto voltaje de principios de los 70.

Después del disco, Roy Loney abandonó el grupo y lo sustituyeron por Chris Wilson (voz y guitarra gretsch). Entre él y Jordan comenzaron a cambiar la dirección del grupo, olvidando a Elvis y a Little Richard y poniendo en su lugar a Lennon y a McCartney (qué plasta eres, Paul). En 1972 sacaron «Slow Death», que todavía sonaba muy parecido a «Teenage Head»

pero pronto se disfrazaron de mods, con pantalones y chaqueta a juego, y dieron un vuelco a su repertorio. Se mudaron a Londres y no se supo nada de ellos hasta que volvieron en 1976 con el tremendo «Shake Some Action», disco a medio camino entre los Beatles de la primera época y los Byrds de 1965, con piezas memorables como la que da título al disco, la agridulce «You Tore Me Down» o la vibrante «I Can’t Hide», todo salpicado por versiones más o menos ineptas y entrañables de «Misery» (Beatles) o «She Said Yeah» (versión de una versión de una versión). Un disco imprescindible en cualquier fonoteca.

En plena punk, ellos siguieron ignorando las tendencias y siguieron sacando discos impertérritos por las amenazas de muerte de sus contemporáneos. Sus siguientes discos, peores que el «Shake Some Action», siguieron las mismas reglas: una mezcla entre originales bañados en guitarras gretsch y versiones de clásicos de mediados de los sesenta («I’ll Feel A Whole Lot Better»).

Empeñados en no crecer y hacer lo que les salía del nabo (perdón), fueron decayendo hasta quedar hoy en día como banda de culto, con unos pocos fieles divididos en dos bandos, los que admiran la época rock de Roy Loney y los que prefieren el merseybeat de «Shake Some Action» y la era Chris Wilson. A mí me gustan las dos ¿y a tí?

Comfortably Numb

 

Camino del Valhalla (Parte 7): Jimi Hendrix

Ayer iba escuchando un directo de Hendrix mientras conducía camino del trabajo. Control, precisión, técnica…pero también imaginación, efectismo y entusiasmo a raudales. Algunos guitarristas pecan de exceso de virtuosismo y aburren al personal (no citaré nombres), mientras otros avasallan con sus ganas de agradar, pero están siempre tocando el mismo solo o el mismo riff, año tras año (tampoco citaré a ninguno, poned vosotros los que consideréis oportunos). Decir que Jimi Hendrix ha sido (y será) el mejor guitarrista de la Historia del rock no es un lugar común, de hecho es algo bastante sensato (discutible…pero poco); algunos hiceron cosas que hizo él (me salen Duane Allman, algo de Jeff Beck, momentos de Clapton, Jimmy y su violín, David Gilmour), pero nadie lo hizo TODO a la vez.

Además, dominaba la técnica, ayudado por sus enormes manos. Fue de los primeros, junto a Pete Townsend, que se interesó por la electrónica que le rodeaba. Los Beatles (San Rubber Soul los tenga en su gloria) hacían apaños con la casa Vox, que les daba amplificadores a cambio. Con eso iban dando tumbos por ahí de concierto en concierto, sin preocuparse demasiado por descubrir si había algo mejor que eso. Hendrix fue un pionero en el uso de los pedales de guitarra, que alteran mediante un circuito electrónico la señal «limpia» que les llega desde la guitarra. Fue el primero que domó el indomable wah-wah, hizo trizas los Fuzz-Face (The Smiley Guy) y popularizó (junto a Clapton) los amplificadores Marshall. Tenía mil guitarras, mil amplificadores, mil pianos…aunque jamás llegó a aprender notación musical.

Si fuera sólo eso, todavía le recordaríamos. Pero es que no era sólo eso. La carrera musical de Hendrix, tan brillante (sic) y breve como una estrella fugaz, está plagada de descubrimientos, de canciones de acordes imposibles, desde lo tierno («The Wind Cries Mary», «Little Wing») a lo oscuro («Voodoo Chile», «Machine Gun»), pasando por el rock más vibrante («Purple Haze», «Crosstown Traffic»).

No iba para músico, se alistó en la 101 aerotransportada (división famosa por haber sido los primeros soldados aliados que pisaron Francia en la noche del 6 de junio de 1944). En un salto se estropeó todo lo estropeable y le licenciaron del ejército. Anduvo tocando la guitarra aquí y allá, con gente que sabía de ésto (James Brown, me suena de algo…), hasta que apareció por Nueva York y se quedó en Greenwich Village, tocando delante de audiencias selectas (entre ellas, los Beatles). Allí le vió Chas Chandler, ex-bajista de los Animals reconvertido en tiburón de las finanzas, y le propuso dar el salto inverso al habitual: irse a Londres a lanzar una carrera en solitario. Jimi no se lo pensó demasiado y a finales de 1966 apareció por la fría Albión. Chandler le consiguió un batería y un bajista y lo lanzó como una alternativa a los Cream, que también eran trío y tocaban blues-rock.

Tuvo éxito desde el principio, con singles como «Hey Joe» ralentizada, y causó sensación por su música explosiva y sensual («Foxy Lady», «Purple Haze»), como por su exuberante manera de ser sobre el escenario (la gente comenta que era bastante tímido fuera de él…pero vamos, muy «geek» no sería). Pero no todo eran fuegos de artificio (aunque la gente se quede con ellos); tocaba el blues como nadie («Red House») y sus composiciones eran bastante avanzadas para la época. Por no hablar de su sonido, que aún hoy suena «moderno».

Con Inglaterra rendida a sus pies, Hendrix trató de conquistar las Américas, como un hijo pródigo. Gracias a McCartney y a Brian Jones, los organizadores del festival de Monterey (1967) lo incluyeron en el programa. Pete Townsend relata como los Who se negaron a salir después de Hendrix, sabiendo que el inmenso carisma de éste iba a borrar de la memoria colectiva su actuación. La suerte en forma de moneda lanzada al aire decidió que fueran los Who quienes salieran antes, pero aún así Hendrix los destrozó (a ellos y a todos los demás) con una actuación para la historia, vestido con una camisa color azafrán, en la que tocó la guitarra con los dientes, la emprendió con los amplificadores y terminó quemando su stratocaster en un espectáculo que dejaba las destrucciones de material de los Who en juego de niños.

Ahora ya era todo un ídolo en EE.UU. Fue empaquetado en un tour con los Monkees (los Take That de la época) y las audiencias adolescentes de éstos no resistieron dos embestidas; Hendrix fue retirado de la gira y se hizo más famoso todavía.

Su segundo LP, «Axis: Bold As Love» mostraba una cara más amable (ya anunciada en el corte de su primer disco «The Wind Cries Mary»), con guitarras tiernas y dulces y letras oníricas; «Little Wing» fue versioneada por Derek And The Dominoes poco antes de la muerte del guitarrista de Seattle.

Su creatividad floreció en su tercero, uno de los primeros dobles de la historia, «Electric Ladyland» (1968), que contenía dos piezas eternamente ligadas a Hendrix, el «Voodoo Chile (Slight Return)» y su versión de Dylan «All Along The Watchtower». Además incluía piezas de rock efervescente («Crosstown Traffic»), algo de R&B («Come On») y piezas inconfundiblemente hendrixianas, como «(Have You Ever Been To) Electric Ladyland» o «House Burning Down». Como pieza maestra, «Voodoo Chile», un largo blues torturado y viaje cósmico de 15 minutos a los infiernos del vudú, en el que comparte protagonismo con luminarias del rock como el teclista Steve Winwood (Spencer Davis Group) y el bajista Cassady (de los Jefferson Airplane). La primera portada del disco era una serie de chicas desnudas (portada que Hendrix odiaba), luego la cambiaron por la que ahora se puede ver en el cd.

Después de eso, Hendrix disolvió la Experience, harto de giras y obligaciones y harto del bajista y pasó por unos momentos algo bajos; se le veía desorientado. Formó otro grupo con dos colegas negros, aunque después volvió su batería blanco (Mitch Mitchell, explosivo). No editó nada de estudio (aunque preparaba uno nuevo cuando murió), pero sí un directo, con la tremenda «Machine Gun», en la que imita las ráfagas de ametralladore que asolaban el Vietnam con su guitarra. Seguía drogándose bastante, pero cambió poco a poco a una actitud constructiva y positiva, lejos del exhibicionismo gratuito de sus primeros años. Sus actuaciones eran más sobrias, pero más brillantes (quizá por eso mismo). Destacó en Woodstock, con su versión del himno americano, decepcionó sin embargo en Isle Of Wight un año después (1970). Un mes después de Isle Of Wight murió ahogado en su propio vómito (un accidente casero) y se nos privó de uno de los mayores genios de la música rock; a los 27 años…como Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison (todos estos en un lapso de dos años, entre 1969 y 1971), Gram Parsons (1973) y Kurt Cobain ¿coincidencia? Yo creo que…sí

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Camino del Valhalla (Parte 8): Jeff Beck Group (el primero)

Sucesor de Clapton y sucedido por Jimmy Page en la banda The Yardbirds, Jeff Beck era algo así como una estrella del rock cuando abandonó el grupo a finales de 1966, tras intentar hacer una traqueotomía a lo bestia al cantante Keith Relf durante una estresante gira americana. Grabó algo con una superbanda formada por él mismo, Jimmy Page a la acústica de doce cuerdas, John Paul Jones al bajo, Keith Moon a la batería y Nicky Hopkins a la guitarra, pero el grupo se vino abajo antes de formarse, al optar Moon por seguir en los Who.

Se tomó un descanso el bueno de Beck, mientras se relajaba e iba formando otra banda alrededor de su pirotécnica guitarra solista. Fichó a dos conocidos que no lo eran por aquel entonces. Ron Wood llegó al bajo, había sido guitarrista en un grupo de R&B llamado The Birds de los que Mr Pharmacist ha estado a punto de hablaros en Viviendo en la Era Pop. Otro que llegó para quedarse fue Rod Stewart, cantante en varios grupetos mod, carrilero en algún oscuro equipo de fútbol escocés y marrullero borracho habitual de la escena londinense.

Su manager, que era malo de maldad, trató de convencerle de que la estrella era él (Beck) y no el grupo y eso se tradujo en una serie de singles vergonzosos que aún hoy son una losa para Beck. «Love Is Blue» era una versión instrumental con orquesta y coro femenino de un éxito de Eurovisión, «Hi Ho Silver Lining», cantada por Beck, era otra canción intrascendente. Sólo se salvó «TallyMan», aunque seguía sin ser lo que Beck y su grupo querían.

Los singles fueron un éxito y el Jeff Beck Group tuvo libertad artística para hacer lo que quisieran con su primer larga duración. Así, Stewart cantó, Beck hizo otra demostración de su exquisita guitarra blues y los demás acompañaron como pudieron. El resultado fue «Truth» (1968), un disco que se adelantaba en un año a los planteamientos que después popularizarían los Zeppelin y que nos ha llegado a nuestras épocas como «hard-rock» o «heavy». Básicamente era blues o rock con ínfulas de blues, con una potente sección rítmica (batería explosiva), guitarra exhibicionista, de sonido grueso y potente, y voces…en fin, Rod Stewart-ianas. El disco es uno de esos discos en los que destacar una canción es difícil y se ha de tratar como un conjunto; se impone un concepto, un sonido, por encima de la composición o de los arreglos. Aún así, contenía cosas interesantes. para empezar, rescataba del sarcófago musical la grabación que llevó acabo el super-grupo previamente mencionado. Se titulaba «Beck’s Bolero», estaba compuesta por Page y sonaba a años luz de cualquier cosa grabada por aquellos años (teniendo en cuenta que su fecha de grabación era 1966): un instrumental demente, con un cambio de ritmo (dirigido por el aullido del lunático de Moon) para la Historia. Otra canción que destacaba era «You Shook Me», más que nada porque Page la llevó a la fama un año después en el primer disco de los Zeppelin con unos arreglos muy similares. Page estaba muy influido por el Jeff Beck Group: otra de las ideas que les copió fue la de un instrumental acústico entre los pesados números de proto-heavy-blues, en el caso del Jeff Beck Group fue «Greensleves». También profanaron el viejo hit de los Yardbirds «Shapes Of Things», en el que el propio Beck había tocado, convirtiéndolo en un número heavy.

Rod Stewart y Ron Wood, que eran unos piezas, se hicieron enseguida inseparables y le empezaron a hacer la vida imposible a Beck, que todo lo que tenía de extrovertido y espectacular en su manera de tocar la guitarra, lo tenía de reclusivo y huraño en su vida privada. Para el segundo disco, «Beck-ola» (1969), el ambiente estaba enrarecido y se notó en un álbum más flojo, con canciones de riffs pesados junto a versiones de Elvis Presley. Además, para entonces, ya habían llegado los Zeppelin y habían ocupado el nicho que pretendía Jeff Beck para sí y que habían dejado vacante Cream (que se habían separado el año anterior). Así que Beck disolvió el grupo, cansado de las tonterías de los dos payasos anteriormente mencionados, y para terminar de arreglarlo, se dio un tortazo con el coche (que afortunadamente no fue a mayores); luego reformó el grupo, con otra gente y en una onda más cercana al jazz (por ahí no se va al Valhalla, Jeff). Ron Wood y Rod Stewart se marcharon a continuar su eterna fiesta adolescente a The Faces y Nicky Hopkins, que se les había unido para el «Beck-ola» se marchó a Frisco a tocar con los Quicksilver Messenger Service, entre otros.

Grupo con semejante éxito no apareció demasiado por televisión, así que andamos algo escasos de material audiovisual, pero su impacto en las generaciones posteriores y sobre todo en los influyentes e influenciados Led Zeppelin fue enorme.

Aquí les tenemos tocando Shapes Of Things, que anteriormente había tocado Jeff Beck en los Yarbirds. La versión es la que da inicio al disco «Truth», así que nada de directo :(. Lo siguiente sí parece un directo, pero salen los feos de Stewart y Ron Wood y lo estropean todo.

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Camino del Valhalla (Parte 11): Spinal Tap

Led Zeppelin y Black Sabbath pusieron las bases del metal, y Deep Purple lo llevó al Japón, pero si algún grupo nos puso Camino del Valhalla, ése fue Spinal Tap, que llevó al Heavy Metal a sus cimas más altas.

Sus cabecillas fueron David St Hubbins y Nigel Tufnel, dos tipos que habían estado previamente en grupos como The Originals o The New Originals, con una clara influencia de los Rolling Stones, Yardbirds y demás grupos británicos influidos por la música negra. Lograron algo de repercusión, ya como Spinal Tap, con su «Gimme Some Money», de claro sabor R&B, pero se hundieron con «Cakes and Tea», un madrigal con cuarteto de cuerda y de sabor vagamente kink, que hizo que disolvieran el grupo. Lo reformaron de nuevo en 1967, esta vez con la inclusión ya definitiva del bajista Derek Smalls, el tercero de los miembros clave, y se subieron al carro de los hippies con una pieza pop con ínfulas de raga-rock en el solo de guitarra titulada «Listen To The Flower People», que ya mostraba unos arreglos más complicados que sus trabajos previos. Pero todavía estamos lejos del metal y hay muchos pasos a recorrer.

Sin considerar las repercusiones musicales de «Listen To The Flower People» y su LP acompañante (homónimo), el éxito de la canción les aseguró un contrato sustancial con Polymer Records y total barra libre artística. Pasaron 1968 viviendo de las rentas y preparando su nuevo sonido, mientras escuchaban una y otra vez los nuevos trabajos de los Zeppelin o de Jeff Beck. Todas esas influencias se mostraron en su primer LP de heavy metal, «Brainhammer» (1970). Primera incursión en el mundo metálico y primer acierto, con su gran éxito «Big Bottom», que mostraba influencias progresivas de Yes y King Crimson (no contenía guitarras y tenía líneas para tres bajos).

Con el éxito, llegaron los problemas, como la muerte de su batería ahogado en el vómito de otra persona (no fue el primero, su batería anterior había fenecido en un extraño accidente de jardinería, y tampoco el último, el siguiente se evaporó en una actuación), las drogas y la mala vida. Fruto de estos valladares, sus siguientes singles fueron un desastre («Swallow My Love»), aunque siguieron sentando las bases del rock duro. No fue hasta 1974 cuando se recuperaron, con «Intravenus de Milo» y el single «Tonight I’m Gonna Rock You», muy parecido a lo que Deep Purple trataba de hacer sólo unas millas más allá. La recuperación del grupo fue total y en 1975, en plena orgía de éxito de grupos de sonido más blando com los Pink Floyd y Mike Oldfield, ellos volvieron a ser los abanderados del heavy con la épica «Stonehenge».

A partir de ahí, la nueva camada de grupos heavy o hard rock (Iron Maiden, ACDC y Judas Priest) les fue apartando de los titulares. Su música seguía siendo sólida («Heavy Duty», 1976, «Rock And Roll Creation» al año siguiente, en pleno desfase punk),

…pero su tren ya había pasado.

Siempre nos quedarán, sin embargo, sus atronadores discos, eternos, sublimes y, sobre todo, METÁLICOS ¡Larga vida al Metal!

Comfortably Numb

 

 

3 respuestas to “Camino del Valhalla”

  1. miros abril 25, 2008 a 10:38 pm #

    no me gusta k los niños de hoy se crean algo que son que traten de hacer ciencia del espiritu, porque hombre es naturaleza y alma espiritu, la vida no es de tratar de ser algo si no de ser la vida para poder ser alguien,

    • skunk septiembre 3, 2010 a 3:07 pm #

      Spinal Tap??? JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!!!!
      Que grande eres !!!!

  2. Gildux febrero 5, 2009 a 7:22 pm #

    George a la india para encontrar una rspuesta a una pregunta de toda su vida
    Queria mas a eric q a pattie… para evitar q su amigo sigan en adicciones lo invito al concert for bangladesh…
    lindo gesto…
    No sólo que pattie era una encaprichada, ya habia estado con un stone, si no que era traidora, xq estuvo con los dos a la vez…
    al fin, y por suerte, se fue con eric…

    saludos!

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