Zo’é

16 Dic

Andaba el otro día mirando un libro de fotografía cuando me encontré con unas fotografías de gente muy curiosa. En el pie de foto se comentaba:

«Los Zo’é son pacíficos hasta lo sublime. Cuando un individuo se siente agresivo, le da tanta vergüenza que se escapa a la selva y permanece allí hasta que se le pasa. Si el enfado es menor, los demás le tumban y le abruman a cosquillas.»

Las fotos fueron tomadas por Diego Alquerache y el libro se llamaba algo así como ‘FOTOS. 3 años conociendo gente por el mundo’.

Ante la curiosidad del comportamiento de estos indígenas me he informado un poco más sobre ellos:

Son de Brasil (norte de Pará), aunque ellos no son conscientes de ello. Deben de quedar en torno a unos 160 (según datos de 1998). Usan un trozo de madera que les atraviesa el labio inferior y que se conoce como poturu. No saben de donde proviene esta tradición de usar el poturu e inician a sus hijos en esta práctica a partir de los 6 años. También he visto por ahí que se les puede conocer como los poturu. Para que los hijos aprendan más rápido de sus propios errores, sus padres no ejercen sobre ellos presión alguna. Nunca les castigan, exceptuando muy raras excepciones. (Leer un poco más en español). (Leer un poco más en portugués). (Leer más en inglés).

Por desgracia no he encontrado más información sobre el comportamiento que me hizo interesarme por ellos (la frase entrecomillada del principio) , pero si que he encontrado que, como siempre, están amenazados (ver página 162), en este caso por misioneros fundamentalistas yankis (los cuales han sido expulsados de muchos paises) y por los garimpeiros que pretenden sus tierras (garimpeiros son mineros que viven en condiciones infrahumanas).

Si teneis más información sobre ellos agregadla en los comentarios.

La chica que salió de la tarta.

2 respuestas to “Zo’é”

  1. Bola Ocho diciembre 20, 2006 a 11:51 am #

    El pasado invierno atravesé unos momentos de quejiquismo brutal y una noche mientras la ciudad dormía
    oí lo que me parecieron pasitos de decenas de pies descalzos sobre el suelo de mi pequeño apartamento,que se acercaban poco a poco. De pronto los bracitos de los dueños de esas pisadas me envolvieron en mi edredón nórdico y me llevaron a su poblado amazónico para someterme a una cura de buen humor¡¡hacía tiempo que no vivía algo tan especial!! sobre todo porque nada más llegar me hicieron un piercing en el labio que yo creo que corresponde al justo punto de la risa porque desde entonces no paro. Ser lo más feliz posible era la máxima preocupación diaria. Sentados a la sombra de los magnolios bebiamos vino en copas pequeñas mientras me enseñaban que de nada sirve quejarse como un niño.Nunca te miran con ojos resignados o escépticos de alguien que ha vivido mucho y ya no quiere ver nada, sino con entusiasmo y el espíritu alegre del que acude por primera vez a una fiesta, además hacen mucho el ridículo, que es muy importante.La alegría acorta las distancias pq notas los saltos que dan sus corazones desde donde tu estas.Hay tanta paz en ellos que les impide pensar en cosas tristes, les ciega como ciega el sol cuando se mira de frente. De ahí su lucha contra el modo vulgar de vida que les ofrece el mundo. Aaahhh, demasiados recuerdos, quizá, para un sólo viaje.Aquella mala racha negativa pasó y hoy vivo una nueva y gran etapa. Antes de mi vuelta a casa,gozando del momento (ya nunca experimentaré más la melancolía) fumamos el cigarro de la despedida…daban ganas de quedarse allí!!

    oh, que gran collage es el mundo, universos tan distintos..la ilusión de que existan seres y cosas que viven en un lugar tranquilo me hace sonreir, todo un consuelo para los que duermen solos y sueñan despiertos.

  2. Diego Alquerache octubre 24, 2018 a 9:41 pm #

    Hola! soy el fotógrafo que tuvo el honor de convivir con esta tribu, ejemplo de sociedad. El reportaje se publicó en una revista llamada Planeta Humano (ya desaparecida) pero, tal vez, haya alguna manera de encontrar algún ejemplar con más información. Un saludo

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