Gaseosa de Ácido Eléctrico (Parte 2): The Grateful Dead

9 Abr

De las brumas de San Francisco y el updwelling de su bahía surgieron los Grateful Dead, una amalgama de perdedores sociales, unidos bajo la batuta de un descendiente de gallegos y de suecos (¿?) llamado Jerry Garcia. Al principio no se llamaban así y no tocaban lo que después tocaron. Empezaron haciendo folk, bluegrass y demás músicas tradicionales americanas, mientras el núcleo se iba formando: Garcia «Captain Trips» a la guitarra, Bob Weir a la rítmica, Phil Lesh al bajo, Pig Pen (ejem) a los teclados, a la voz cazallera y a la armónica y Bill Kreutzmann al tamboril. Tardarón poco en electrificarse (lo decidieron tras ver un concierto de los neoyorquinos Lovin’ Spoonful, liderados por John Sebastian) y tocar un material algo más negro, básicamente R&B a todo volumen (el sonido San Francisco no dejaba de ser blues tocado a máximo volumen con largos e hipnóticos pasajes instrumentales, Zappa dixit). No sólo electrificaron sus instrumentos, sino también su vida. Cogieron las maletas y se mudaron todos a una casa victoriana en Haight Ashbury, un barrio de yonkies reconvertido en punto de encuentro para los bohemios de la bahía, en el que también vivieron otros fuera de la ley como Jefferson Airplane.

El LSD, distribuido en muchas ocasiones de manera gratuita por el farmaceútico OWsley, fue abriendo sus mentes y pronto su R&B salvaje pasó a ser la banda sonora de los viajes de los jovenes de San Francisco. Otro personaje atraído por el volumen y el aparente caos de la música de los Warlocks de Garcia fue Ken Kesey (autor de «Alguién voló sobre el nido del cuco»), que por aquel entonces había vuelto de su viaje por los EE.UU. en un autobús escolar pintarrajeado (extendiendo la buena nueva del ácido, tal y como relata Tom Wolfe en el libro que da nombre a esta serie). Ken Kesey los fichó para sus acid test, en los que se introducía a la gente en el LSD, y el escritor admiraba su sonido eléctrico y amplificado hasta límites casi dañinos por el equipo que Owsley les había diseñado y comprado.

Como lo de The Warlocks ya no iba con el nuevo rollo, se cambiaron de nombre y para ello abrieron un diccionario al azar por dos veces, eligiendo una palabra de cada página: entonces nació The Grateful Dead («The» no salió del diccionario, claro). Para cuando llegó la Warner Bros a la bahía, los tipos eran ya una leyenda y una unidad de destino en lo musical. Las discográficas se morían por fichar grupos del Liverpool de EE.UU. RCA había obtenido un gran éxito con los Jefferson Airplane, que estaban altos (observad mi ingenioso juego de palabras, fruto de mi desesperanza laboral) en las listas con «Somebody To Love» y «White Rabbit». Warner Bros se frotaban las manos con los Grateful Dead y ya soñaban con una ristra de Top 5s en todas las listas del país. Poco sabían acerca de lo que tenían entre manos.

Los Grateful grabaron su primer disco a toda pastilla (literal y metafóricamente), producidos por un tal Dave Hassinger que había trabajado con unos tales Rolling Stones y con unos cuales Electric Prunes, entre otros muchos. Los chavales querían una muestra de su sonido Rolling Thunder (Trueno Rodante) de sus directos, pero no pudieron incluir sus maratones de cuarenta minutos (con los Grateful, la misma canción podía pasar de durar cuarenta minutos a durar cinco en el siguiente concierto, según el humor que tuvieran), así que incluyeron pequeñas piezas de dos o tres minutos compuestas a todo correr y con un sonido a medio camino entre el garaje y el R&B y dos excepciones: «Good Morning Little Shoolgirl» y (sobre todo) «Viola Lee Blues», eléctrico testimonio de diez minutos de sus directos, algo casi inaudito para 1967.

En su segundo álbum, «Anthem Of The Sun» (1968), con un segundo batería ya incluido, tuvieron más libertad y pudieron hacer un pastiche de directos y de estudio en largas suites/canciones que reflejaban algo más el auténtico sonido Dead, el afamado Rolling Thunder. Además el disco incluía una portada de Mouse, que prontó diseño la mayoría de sus portadas.

Pronto, Garcia & Co. estaban dando conciertos por todo EE.UU. y eran reverenciados por un gran grupo de fans, denominados Dead Heads. Aunque seguían tocando interminables maratones de tres horas en sus conciertos, fueron cambiando su estilo en los discos. «Aoxomoxoa» el palindrómico album de 1969, trajo canciones más compactas y redondas, más enfocadas hacia alguna dirección, suavizado ya el Rolling Thunder de 1967, aunque el gasto que efectuaron en la grabación fue un excesivo precio a pagar para Warner Bros. El disco contenía canciones que luego se convertirían en éstandares del grupo como «Saint Stephen», pero la discográfica no vio un duro.

Mientras, Garcia había cambiado las humbuckers de su Gibson SG por los sonidos más finos de la Stratocaster y eso se pudo oir en su doble en directo de 1969, «Live Dead», que contenía una larga suite de canciones (más notable en el CD que en las dobles caras del vinilo, por aquello de tener que levantar el culo para darle la vuelta al disco), con grandes aciertos como «Saint Stephen/The Eleven» y la hipnótica «Dark Star» y sus 23 minutos de viaje espacial, el blues angustiado de «Death Don’t Have No Mercy»…y grandes peñazos como «Feedback». El disco fue un éxito artístico y aún se escucha con estupefacción casi cuarenta años después. Para entonces habían añadido a otro teclista al grupo, ya que Pig Pen le daba mucho al bourbon y no se podía contar siempre con él (atención aún así a su versión de «Turn On Your Love Light» en el Live Dead).

Los Beatles tuvieron su White Album después del Sgt. Pepper, Dylan su John Wesley Harding después del Blonde On Blonde (que me corrija Curtis) y los Rolling Stone su Beggar’s Banquet tras el Satanic Majesties Request. Tras los excesos psicodélicos de finales de los sesenta (que traerían consigo un duro balance con la muerte de Jimi Hendrix, Janis Joplin, Brian Jones, Jim Morrison y Gram Parsons en años posteriores), los grupos volvieron a la sencillez y, en muchos casos a sus raíces. Los Grateful Dead no fueron una excepción y sorprendieron a todos con su binomio de 1970, el Workingman’s Dead y el American Beauty, discos a medio camino entre el country, Crosby, Stills y Nash y el hippismo acústico y la música folk tradicional americana, todo regado de slide guitars, mandolinas, armonías cálidas a tres voces (Weir, Lesh y Garcia) y melancólicas canciones de belleza primitiva. Destacaban «Box Of Rain», «Sugar Magnolia», «Till The Morning Comes», «Ripple», «Uncle John’s Band» o «Black Peter», pero ninguno de los discos tiene desperdicio, sobre todo el American Beauty, al que le dio nombre una rosa (Rosa López, un saludo desde éste tu foro).

A partir de ahí los Grateful Dead fueron dando tumbos, con destellos de genialidad y gravísimos problemas de drogas (que se llevaron a Pig Pen y al otro teclista, además de amigos y familiares y, en última instancia, al propio Garcia) y variando de rumbo musical en exceso, en gran parte debido a la democracia existente en el grupo, que permitía a cualquier miembro hacer su «rollo» en cada disco. Se especializaron en largas giras por los Estados (Unidos) y dieron la brasa al personal hasta que se hicieron muy mayores. Incluso tuvieron un éxito en la entonces naciente MTV, que llevo a Garcia a comentar que «estaba horrorizado» por tener por fin una canción en las listas.

Con ustedes, los Grateful Dead en 1969, tocando Saint Stephen versión redux en directo para las conejitas del playboy:

Mr pHarmacist 

9 respuestas to “Gaseosa de Ácido Eléctrico (Parte 2): The Grateful Dead”

  1. Obi-Wan Kenobí abril 9, 2007 a 4:03 pm #

    Bienvenido Mr pHarmacist. Sus píldoras se agradecen en estos tiempos de crispación social.

  2. El de la pandereta de los Count Five abril 9, 2007 a 7:22 pm #

    Coño, Luis Scola tocaba la batería en los Dead!!!!

  3. Curtis abril 9, 2007 a 11:47 pm #

    Gran post y gran banda. Y sí, Bob Dylan sacó John Wesley Harding (1967) un año después de Blonde on Blonde (1966) con una sospechosa retirada espiritual de por medio. Por cierto que John Wesley es un gran disco aunque como dice Mr. Pharmacist mucho más sencillo en instrumentación y sonido que los tres anteriores. Y dos años después lanzó Nashville Skyline (1969), que es una vuelta de tuerca más en su regreso a las raíces folk. De hecho a mí me costó reconocerle la primera vez que lo escuché.
    Y no olvidar que The Grateful Dead y Dylan hicieron una gira conjunta a finales de los 80, supongo que ya ambos en decrepitud.
    Luis Scola, que tío más grande.

  4. La chica que salió de la tarta abril 10, 2007 a 9:37 am #

    Y yo me pregunto para mi misma, ¿por qué nunca he querido escuchar música que ya no existía (porque no existía la persona o grupo físicamente, que la música será eterna)? Siempre he tenido prejuicios en escuchar música que no fuera actual por querer ser contemporánea al tiempo que me ha tocado vivir, pero gracias a mis prejuicios (idioteces, más bien), me he estado perdiendo música sublime.

    Gracias, Sr. Farmacéutico por abrirme los ojos (y los oidos).

  5. edujarto abril 10, 2007 a 10:18 am #

    Muy bueno y muy buenos evangelizador farmacéutico. Emule funcionando para pillar los discos que me faltan.

  6. Bola Ocho abril 10, 2007 a 11:20 am #

    ¿Y quiénnn es Luis Scola? joe, que incultura más grande.Chica, difícil de creer que alguien no oiga cierta música pq sus componentes son de otra época y están criando malvas, tienes suerte pq siendo grupos algún componente queda vivo e incluso vuelven a reunirse abueletes ellos (debería estar prohibido por ley)…vamos que de los Beatles sabes algo gracias a Paul, mira, algo ha hecho bien el hombre y de…pongamos Mozart, que no quedan ni las cenizas… Pues yo crecí con el espíritu de Jim Morrison andando por casa gracias a mi hermana,se ha perdido usted a los mejores, también puede empezar a pensar que habitan todos juntos en una isla del Pacífico y un nuevo mundo de sensaciones se abrirá ante usted, señorita.

  7. La chica que salió de la tarta abril 10, 2007 a 11:43 am #

    Por suerte, me he perdido a muchos, y por suerte, hay tanta música buena (y tantísima mala) que con lo contemporáneo no he dado a basto.

  8. Rocío abril 10, 2007 a 12:04 pm #

    Bueno y menos mal que de Mozart ya no quedan ni las cenizas que visto lo visto igual Keith Richards le ha pillado el gusto a lo de esnifarse las cenizas de la gente y ahí que iba a por las de Wolfang Amadeus.

    Me ha encantado la entrada Señor Farmacéutico, por cierto:
    «El LSD, distribuido en muchas ocasiones de manera gratuita por el farmaceútico OWsley, fue abriendo sus mentes y (…)»
    Así que has cambiado el LSD por las píldoras musicales, eh bribónn..

    Me ha gustado mucho la manera de escoger su nombre, muy Dadaísta.

  9. Rocío abril 10, 2007 a 12:06 pm #

    Por cierto Chica, lo importante es que nunca es tarde para escuchar buena música ni para apagar las radiofórmulas petardas ;P

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